Conferencia Lic. Gustavo Schujman
“El diálogo en el aula y en la escuela: un camino entre emociones y
razones.”
Como comienzo de su conferencia Schujman propone pensar en la mayoría de
edad, en el sentido kantiano del mismo, como la capacidad de pensar por sí
mismo y ser autónomo; los docentes debemos educar para que nuestros alumnos
consigan esa mayoría de edad y autonomía. Él sostiene que una persona que no
puede pensar por sí misma, tiende a repetir lo que escucha y le dicen; esta
persona carece de ideas propias. A esto Schujman le llama “personas
inauténticas” tomando el concepto de Heidegger de “inautenticidad”; cuando
uno no es capaz de pensar por su mismo se puede pensar que es hablado por otros
(madre/padre, familias, medios de comunicación, docentes, entre otros).
Por este motivo Schujman propone que los docentes, más allá de cualquier
área curricular que pretendan enseñar, deben tener el objetivo de enseñar a
pensar a sus alumnos/as, que ellos/as logren ser auténticos; proponerles una
emancipación racional y reflexiva a sus propios accionares como seres humanos.
Prosigue sosteniendo que en nuestra sociedad actual impera un discurso
dominante, que se va repitiendo y acrecentado en su poder para llegar a
circular y hasta reemplazar a la misma realidad. Cuenta que se puede
escuchar muchas veces que los docentes dicen: “con estos chicos no se puede…
hay bullying y violencia en las aulas… que en esta situación no se puede
enseñar…”. Esto es un testimonio patente que el discurso de los docentes, se
contagia, se repite y, en la mayoría de los casos, se pondera por sobre los
hechos observables de la realidad.
Schujman hace hincapié en la diferencia entre “repetir” y “decir”,
justamente las escuelas especialmente en las escuelas secundaria hay una
búsqueda de los docentes para que los niños repitan, los textos, las clases y
si no repiten lo que los docentes no dicen… los chicos repiten de año. Le dan
valor a la repetición en vez de dar valor a que los alumnos puedan decir algo.
Para explicar esto Schujman comenta una anécdota de un profesor que le dice a su
alumna “Pensá antes de hablar” y la alumna responde: “¿Pero cómo puedo saber lo
que pienso si no me lo oigo decir?”. Lo que la alumna le está diciendo al
profesor es “dejame hablar/pensar”. El pensamiento no va disociado de la
palabra, se construye con ella; necesitamos que las palabras se escuchen para
poder pensar; entonces, podemos sostener que no existe una distancia muy grande
entre el hablar y pensar sino que van, más bien, de la mano.
A continuación y haciendo un interesante juego de palabras Schujman
dice: “Cuando yo hablo pienso, cuando ustedes escuchan piensan en lo
que estoy diciendo, los que escuchan mientras escuchan piensan en lo que estoy
diciendo, se van posicionando según lo que piensan entonces ese pensamiento es
nuevo. Porque nunca habían escuchado lo que están escuchando; por lo tanto se
da una autentica transmisión”.
Seguido a esta reflexión, el licenciado sostiene que clave para lograr
que los chicos puedan pensar es darle el espacio para hablar, y para esto tiene
que haber un docente suficientemente atento en poder abstenerse. Esta
abstención es para Schujman una neutralidad pedagógica que permite que los niños
hablen sintiendo que el adulto está disponible para escucharlo.
Pensar es, evaluar, encontrar matices, es ver la realidad en su
complejidad y no dejarse llevar por lo que se dice. Entonces pensar dialogando.
Pero se pregunta ¿Qué significa diálogo? Es una palabra griega que significa:
camino a través de razón, es decir un auténtico dialogo logra que las
personas piensen pero también es un camino a la construcción de un acuerdo
posible.
Schujman sostiene que el diálogo sólo es posible entre personas que se
consideran falibles, desde personas que reconocen sus fallas y personas que
puedan tener algún interés por saber lo que el otro tiene para decir. El
diálogo está al servicio de poder hacer algo juntos, no al servicio de que
alguien hable y de que otro escuche. No hay asimetría en el diálogo. Hay
que lograr el reconocimiento de la propia fabilidad para que sea posible,
porque si no se queda en monólogo.
Tomando esta idea de acuerdo, Schujman acertadamente propone que, en
realidad siempre que vamos hablar con otro debemos suponer el desacuerdo;
suponer de ante mano un acuerdo implica que no hay nada que discutir. A medida
que las personas dialogan, se va generando acuerdos comunes y esto hace que las
personas se empoderen, sintiéndose orgullosas de estar colaborando con un
pensamiento común.
Schujman hace referencia al diálogo platónico, que se da en situaciones cotidianas; no en situaciones
especiales. Entonces, todo diálogo debería apuntar a lo ordinario a lo
cotidiano y no a lo extraordinario, no necesita de condiciones especiales, ni
de personas con conocimientos especiales para que se dé; si se precisa de
espacio y de tiempo. Cierta condición del dialogo es poder pensar juntos más o
menos un espacio cuidado. También hace falta, que considero sumamente
importante, la predisposición para dialogar.
El buen docente no es solo aquel que dice y transmite sino también
alguien que escucha, esta escucha hace posible, justamente, que un niño tenga
la voluntad de hablar y participar. El niño tiene que ser capaz de observar que
el docente está dispuesto hablar con él y no hablarle a él.
Hay niños que vienen con la autoestima muy dañada (de otros ámbitos que
no es la escuela). Y en muchos casos, los docentes podemos llegar a empeorar la
situación de ese niño cuando le decimos por ejemplo “dejá, vos para
esto no servís” ese “vos para esto no servís” podría ser catastrófico
para este niño que ya viene golpeado. Los adultos podemos encontrar en nuestra
biografía escolar frases de esta índole. Algún momento este “vos para
esto no servís” nos cerró la puerta para siempre; en este
sentido Schujaman sostiene que la escuela abre puertas también las cierra. Lo
mejor en estos casos es abstenerse a empeorar la situación de ese/esos niños.
Dentro de la dinámica en las aulas, Schujman dice que se genera el debate
con los niños sobre las controversias valorativas, que son legítimas ya que,
provienen de las problemáticas sociales. La posición docente debería ser la neutralidad
activa, que como sostiene, parecería ser una contradicción pero, en
realidad, es una opción pedagógica; nosotros como los docentes, como personas
educadas en diferentes contextos sociales, históricos, culturales y familiares
traemos un bagaje de concepciones y valores, que no deben ser transmitidos a
los chicos, pero que nos posicionan de mantera tajante a la hora de
enfrentarnos a diferentes hechos de la vida aúlica. Ejemplifica Shujman que un
proyecto escolar es también ser deliberante en contra de los contravalores,
antagónicos al tipo de sociedad democrática y pluralista que pretendemos
consolidar en nuestras instituciones educativas y sociales.
De todas formas, y para finalizar sostiene Schujman, hay contravalores inaceptables ante
los cuales, tenemos la obligación de intervenir, propiciando que nuestros
alumnos valoren paulatinamente aquello este legado que los adultos, los
docentes, les dejamos junto con la cultura, y que forman parte de la cultura.
Tomo como reflexión final las palabras textuales de Gustavo Schujman:
“por ejemplo si dos niños, de Nivel Inicial, se pelean por un lápiz y
uno le dice al otro “negro de mierda” la intervención del docente debe ser
directa. El chico que dijo “negro de mierda” tiene que saber que dijo algo
grave, si él no sabía lo que dijo, lo tiene que empezar a saber. La neutralidad
no es todo terreno, pero si es una neutralidad respecto a las diferencias
ilegitimas tenemos que aceptar aun cuando no nos guste como piensa el otro,
como se viste, etc. Pero hay un ámbito desde la controversia que no es
aceptable esto no quiere decir que nuestra forma de actuar sea el enojo, porque
la tolerancia es un proyecto educativo que va a tratar que un chico pueda ir
cambiando y pensando auténticamente su forma de accionar en la vida misma”.
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